Estrellita, mi estrellita. La luz que alumbra mis noches, y el sol que me acompaña de día. Tu sonrisa el motor de mi vida.
Te llamaban “loco” y el mundo te veía diferente no parecías encajar en ningún lugar, tan diferente a lo establecido y tan lejano de lo calificado “normal”. Un desliz nos separó, dejándome tan lejos de ti sin esperanza de volver a encontrarnos. Y las lágrimas se acumularon, así como los golpes no solamente en tu piel sino en nuestras almas; como si el cielo no se diera cuenta del dolor que esto nos causaba.
¿Porqué la vida era tan injusta? Y ahí, en medio del dolor más grande y del castigo más inmerecido tu luz continuó brillando, tú estrellita mía seguiste brillando y esa luz tuya resplandeció en la oscuridad derrumbando murallas de prejuicio y transformando los corazones más duros, mostrándonos que aún los que hemos creído olvidados por el cielo, tienen bondad en su corazón; que están dispuestos a arriesgarse la vida misma por hacer algo de bien, saben que son las manos no solamente del cielo sino instrumentos de la vida, no se quedan esperando un final distinto por obra del destino, sino que lo crean, apostando todo lo que tienen.
Fue así que del golpe más duro que la vida pudo darnos, conocimos también lo más hermoso; la unión de voluntades, la transformación de almas, y un mejor final a nuestra historia. Todo nacido de un corazón honesto y amoroso, el más fuerte que los ojos hayan visto. Porque lo que el mundo llamó “loco” e inútil, la vida mostró es verdadera belleza. Tu vida y tu luz tuvieron que ir a lo más bajo para entonces alumbrar esa oscuridad, llevar esperanza y recordar el propósito de esta vida: amor. El amor que todo lo cubre, que todo lo espera, que todo lo cree y para quien todo es posible. Estrellita, estrellita mía, mi regalo del cielo y la belleza más hermosa a quien tengo la dicha de llamar papá.
Sandy Mejía *Inspirado en la película “Milagro en la celda 7
Comments